Nueva Loja, 9 de Marzo de 2012- Sucumbíos Información.- Después de agradecer al Santo Padre por enviarnos a Mons. Mietto como nueva autoridad eclesiástica para nuestro Vicariato nos pareció oportuno comentar lo siguiente sobre ciertos “teólogos” (no todos) del gusto de Isamis “libres”, “adultos”, “comprometidos” (todos esos calificativos equivalen a decir rebeldes al magisterio y a la disciplina de la Iglesia), tienen sobre las virtudes teologales y la praxis cristiana una aproximación fatal.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 1813:
Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Tres son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad (cf 1 Co 13, 13).
Pero para esos “teólogos” en cuestión, esto son infantilidades. En primer lugar, porque la teología está muy por encima de catecismos, dogmas y cánones. La teología, según ellos, no se estudia ni se aprende, se vive y se recrea constantemente.
Después, para ellos eso de “obrar moral” y “virtudes morales” huele a golpes de pecho. La moral es algo individual, mientras que lo social es lo que da la verdadera dimensión de la religión y del humanismo. La moral encadena. Lo social, libera. “Teología de la liberación”…
Por fin, decir “merecer la vida eterna” es inducir al creyente a una leyenda de cuentos de hadas, como eso de la existencia del paraíso terrenal, de la estrella de Belén o del cruce del mar Rojo. Son drogas con que se adormece el espíritu crítico de las personas y se las desvía de lo que es verdaderamente importante. ¿Y que es lo importante para ellos?
En esa pretendida “teología”, utilizan palabras no del todo definidas y una semántica evolutiva que a fuerza de ser editada, citada y difundida, va penetrando, como las metástasis de un cáncer, en la mente de los fieles no muy prevenidos y poco preparados. Cuánta razón tiene el Papa de hablarnos de relativismo, subjetivismo, egoísmo y de otros “ismos”. En Sucumbíos diríamos “isamismo”.
En escritos, declaraciones y charlas impartidas por los que son -o eran- misioneros de Isamis, se nos enseñaba más bien que lo que importa no es la fe, la esperanza y la caridad, virtudes sobrenaturales infundidas con el bautismo y semillas de eternidad, sino algo así como:
La andadura en el seguimiento del proyecto (o el sueño) de Jesús de Nazareth, desde los pobres, para la construcción de la utopía del reino que es lo único absoluto.
La fe es una reflexión creyente sobre la realidad vivida,
la esperanza, una tensión hacia una utopía terrena, y
la caridad -en el mejor de los casos- “asistencialismo”, pero en la práctica se traduce en sospecha y en denuncia. Es mejor hablar de justicia (entendida a su manera) que de su hermana mayor, la caridad.
La iglesia se tiene que desvencijar de sacerdocio, sacramentos y ritos.
Este “programa” es profético y las oposiciones que sufra, serán signos martiriales y pascuales.
Estamos de lleno en la “espiritualidad” de Isamis.
Analicemos las palabras, conceptos cambiantes que utilizan según la conveniencia, menos para aclarar y definir, que para sugerir… y confundir. ¡Qué diferencia con la enseñanza de Jesús! “sea vuestro lenguaje sí, sí, no, no; lo que no es así viene del Maligno” (Mateo 5, 37).
“Andadura” es una palabra un tanto arcaica, poco corriente en Ecuador y muy del gusto de los actuales carmelitas de Burgos. Significa sencillamente movimiento anodino en el espacio y en el tiempo; y, como la “andadura” suele comportar el tropiezo y hasta la marcha atrás, para ellos es normal un desliz irrelevante o mil apostasías. Es la andadura… son los gajes del oficio.
“Seguimiento” es otra palabra talismán que tampoco compromete mucho. Es una acción o un efecto que cuenta con la buena intención del caminante y donde el pecado deliberado o el cálculo previo, no tienen mucha importancia. Seguimiento y andadura son palabras afines. Se anda y se sigue sin las exigencias de una brújula y de una carta, pues atan demasiado… y más si se va detrás de una utopía.
Hablar de “proyecto” es reducir la vocación cristiana haciéndola tarea mundana. El cristianismo no es una ideología ni una empresa humana. Es el llamado a configurarse con la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo de Dios, Cristo Jesús. No solo hay que hacer lo que Él hace (¿eso sería un proyecto?) sino hacerlo como Él lo hace (Aquí va más allá de una práctica, comporta una mentalidad, una manera de ser… por lo tanto una conversión del corazón). Mejor que proyecto sería utilizar la palabra conversión. Y después, hablan de “proyecto” pero hablan también de “sueño”. Un proyecto es algo demasiado pre concebido, y no se casa con el caminar cristiano que implica sorpresas. Un sueño, es algo por demás etéreo y tampoco va con nuestro peregrinar que pide y exige compromisos concretos… ¡Ni tanto ni tan poco! Por eso decimos que esta terminología “viene del Maligno”.
Al utilizar la expresión de “Jesús de Nazareth” en este contexto, minimizan la figura de Cristo sobre valorizando su dimensión histórica. No se trata de poner en juego la historicidad de Jesús sino de focalizar el contexto que le tocó vivir (un pueblo oprimido por la dominación romana, una religión reducida a exterioridades, una jerarquía religiosa pecadora) para incrustarlo sin matices en el hoy y aquí que nos toca vivir. La historia se repite, es verdad, pero en un marco totalmente diferente. Por cierto en su libro “Jesús de Nazareth” Benedicto XVI nos explica esto magistralmente.
Además, el pretendido “seguimiento” de “Jesús de Nazareth” no puede absolutamente prescindir de otro seguimiento: el de la Iglesia que Él fundó, con sus signos, leyes y magisterio. No piensan así estos “teólogos” liberadores. Quieren una iglesia sin estructuras, ni jerarquía, ni sacramentos, ni leyes. Una “nueva forma de hacer iglesia”, “otra iglesia posible”, como dicen. Es decir, una iglesia diferente. Siguen a un dios sin iglesia que ni siquiera es el “Dios desconocido” de los griegos. Es un Dios inexistente. ¿Acaso su Cristo “histórico” no fundó una iglesia sobre la roca de Pedro?
“Desde los pobres”. Esta profesión de fe se presta a simplificaciones y a las exclusiones más drásticas. Lo hemos experimentado en Sucumbíos, especialmente los empresarios y empleadores, los profesionales, comerciantes, policías, soldados; los que con sacrificio logramos hacernos una situación y servimos a la sociedad. Sabemos que los pobres son los preferidos de Dios y que hay que aliviarlos en su pobreza y darles no solo la infinita riqueza de la gracia de Dios, como los medios materiales que alivien su situación de carencia. Eso no lo aprendimos de Isamis, es la enseñanza de la Iglesia de siempre.
Hay que tener una opción por los pobres (aunque no de forma excluyente, como lo ha recalcado el Papa), pero para promoverlos. No se trata de rendir culto a la pobreza como un estado ideal. En Isamis, vemos que a los pobres no se los quiere hacer ricos, en cambio se quiere empobrecer a los ricos.
Para esos “teólogos”, la pobreza de espíritu de que habla el sermón de la montaña es otra fábula como la manzana de Adán y Eva. En Isamis, pobreza se confunde con miserabilismo y con desprecio a todo lo que es superior, excelente o sobresaliente. Por eso una catedral, iglesias y capillas inacabadas y sucias; ¿las Misas? sin esplendor, cuanto más banal, mejor; por eso la presentación personal sin ningún cuidado ni signo exterior de que se es religioso; por eso andar a pie de preferencia a hacerlo en carro, aunque se pierda muchísimo tiempo. Y si el carro es un cuatro por cuatro y tiene aire acondicionado… ¡Dios nos libre, nunca! Eso no es opción preferencial por los pobres sino por la pobreza, por el mal gusto y por el fracaso.
“Desde los pobres” significa en el léxico de Isamis liberar a quién sea de cualquier estructura que mande, enseñe o santifique (como lo hace por misión la jerarquía de la Iglesia). Liberar también de estructuras sociales y políticas a las que identifican con el pecado. Pero ojo: al hablar de pecado se refieren a “pecado social”, puesto que el pecado individual no ofende a Dios (a no ser que lo cometa un rico) y, además, el pecado traumatiza a la gente. Hay que ignorar el pecado personal y, por eso, han ignorado también el sacramento de la confesión.
Los “teólogos” de la liberación cometieron un error parecido a los judíos de la época de Jesús que los tuvo que corregir en muchas ocasiones. Estos esperaban un líder revolucionario que los liberara del imperio romano. Sus propios discípulos estuvieron confundidos por algún tiempo, pero cuando fueron iluminados por el Espíritu Santo, el cristianismo para ellos dejó de tratarse de una militancia social y política.
Para los católicos, el paradigma de evangelizador es el propio Jesús: enviado, obediente y víctima. Trabajador manual y del linaje real de David. Desde su persona divina y humana nos evangelizó. Pero no olvidemos la gran expectativa de la Iglesia que completa la figura de Jesús: su vuelta gloriosa, como rey vencedor en pompa y majestad para juzgar a vivos y muertos. Cristo no nos salva ni nos juzga desde su pobreza o desde su realeza sino desde su ser integro, desde su verdadera identidad. Cristo ya existe, no inventemos otro.
A estos “teólogos” les encanta la palabra “utopía” mientras que las personas sencillas tienen un pie atrás con esta palabra. Utopía significa según los diccionarios, ilusión, fantasía, delirio, quimera; un ideal -que podrá ser noble- pero que es un sueño. De utopías estaba poblada la cabeza del pobre Quijote de la Mancha. Para Isamis esa aspiración (utopía) es una meta irrealizable, entre otras razones porque si su utopía llegara a implantarse, toda la práxis liberadora de estos “teólogos” quedaría obsoleta y ya no tendría sentido seguir profesándola y habría que cerrar el negocio…
Con el “reino” pasa algo parecido, pues es referido a una realidad terrena, a un orden de cosas temporal, nunca sobrenatural. Porque hablar del cielo y de la vida eterna a los pobres es anestesiarlos y desarmarlos. ¿Cómo harán sus reivindicaciones?
Jesús nos enseñó a rezar en el Padre Nuestro “venga a nosotros tu reino”; no dijo “venga a nosotros el reino”. Es que la manía de novedades (rerum novarum) acaba deturpando la verdad y asumiendo falsedades. La “utopía” del “reino” de Isamis está tan lejos de la paz de Cristo, puesto que se alimenta de rebelión.
La expresión “lo único absoluto” (tomada y desvirtuada de Evangelii Nuntiandi de Pablo VI) revela en la gente de Isamis una incoherencia monumental: ¿Cómo es eso de que no existen dogmas, que todo es relativo, que soy libre de entender y de fabricar un dios y una iglesia a mi gusto… pero existe un absoluto que no se puede contradecir? ¿En qué quedamos? ¡Que se defina lo que es el “reino” para después tener la referencia clara!
Para los “teólogos” del gusto de Isamis la Iglesia debe ser laical y ministerial, en oposición a la Iglesia sacerdotal. Debe ser social y no sacramental y ritualista. Y debe ser democrática e igualitaria y para nada jerárquica. ¿No se trata de otra iglesia? Si las palabras conservan el sentido de siempre, es claro que si. Ahora, si manipulamos el lenguaje…
La “profecía”, el “martirio” y la “pascua” de Isamis se realizan cuando lo que les sucede se ajusta, en todo o en parte, a su ideal de reino utópico… o lo contradice. Es el reino del relativismo y del maquiavelismo, pues para criterios de juicio no entra la razón, ni el sentido común, ni la verdad revelada ni el magisterio eclesiástico. Entra el interés de la causa.
Es “profético” obedecer cuando no se está de acuerdo con la autoridad (como cuando fueron mandados a salir los frailes carmelitas de Sucumbíos), pero nunca será “profético” obedecer si se está de acuerdo con la orden dada. Es “martirio” morir en la selva si uno es perseguido por militares o policías presumiblemente “de derecha”. Pero la persecución de un gobierno populista y de izquierda, como el de Correa o el de Chávez, nunca producirá mártires. Es pascual (y martirial y profético y toda una letanía de glorias) el ayuno en plaza pública de Mons. Gonzalo. Nunca serán pascuales, ni proféticas, ni martiriales, las innumerables procesiones de protesta y de esperanza de los fieles de Lago Agrio.
Es “profético” obedecer cuando no se está de acuerdo con la autoridad (como cuando fueron mandados a salir los frailes carmelitas de Sucumbíos), pero nunca será “profético” obedecer si se está de acuerdo con la orden dada. Es “martirio” morir en la selva si uno es perseguido por militares o policías presumiblemente “de derecha”. Pero la persecución de un gobierno populista y de izquierda, como el de Correa o el de Chávez, nunca producirá mártires. Es pascual (y martirial y profético y toda una letanía de glorias) el ayuno en plaza pública de Mons. Gonzalo. Nunca serán pascuales, ni proféticas, ni martiriales, las innumerables procesiones de protesta y de esperanza de los fieles de Lago Agrio.
Citamos, para terminar, una frase de la última Carta Apostólica del Papa Benedicto XVI sobre el Año de la Fe. La Carta se llama Porta Fidei y fue publicada el 11 de octubre de 2011. Ese documento es algo que los “teólogos” isamitas deberían leer y meditar, pero no lo harán. Con la experiencia de los últimos meses, los fieles de Sucumbíos ya tenemos la película bastante clara. El problema es la pobre gente recalcitrante de Isamis. A pesar de no quererse dar por aludidos, a ellos les ofrecemos este artículo y, especialmente, esta cita de la Porta Fidei:
http://sucumbiosinformacion.blogspot.com/
sucumbiosinformacion@gmail.com
“Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no solo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado”. (Porta Fidei, 2)
sucumbiosinformacion@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario