Publicamos un maravilloso poema escrito por el famoso literato francés Victor Hugo y lo ofrecemos a nuestros lectores en el día en que en Sucumbíos se celebra una “caminata” (esta vez no es marcha) contra la violencia practicada sobre la mujer.
Especialmente lo dedicamos a las mujeres de Sucumbíos que no se sienten representadas por cierta federación y que tienen como modelo a la mujer por excelencia: La Virgen María, Madre de Jesús que tanto queremos bajo la advocación de la Virgencita del Cisne
Los nobles y elevados sentimientos que destila esta obra de arte, difieren de los de Isamis. No parecen anidar en el corazón de Delia Malbay…
Aunque Victor Hugo no era cristiano ni católico, mucho menos heraldo, en él palpitaban las “semillas del reino”…
El hombre es la más elevada de las criaturas.
La mujer es la más sublime de los ideales.
Dios hizo para el hombre un trono; para la mujer un altar.
El trono exalta, el altar santifica.
El hombre es el cerebro, la mujer el corazón;
el cerebro fabrica la luz; el corazón produce el amor. La luz fecunda; el amor resucita.
El hombre es fuerte por la razón; la mujer es invencible por las lágrimas.
La razón convence; las lágrimas conmueven.
El hombre es capaz de todos los heroísmos; la mujer de todos los martirios.
El heroísmo ennoblece; el martirio sublimiza.
El hombre tiene la supremacía; la mujer la preferencia.
La supremacía significa la fuerza; la preferencia respeta el derecho.
El hombre es un genio; la mujer un ángel. El genio es inmensurable;
el ángel indefinible.
La aspiración del hombre es la suprema gloria. La aspiración de la mujer es la virtud extrema; la gloria hace todo lo grande; la virtud hace todo lo divino.
El hombre es un código; la mujer un evangelio. El código corrige,
el evangelio perfecciona.
El hombre piensa; la mujer sueña. Pensar es tener en el cráneo una larva;
soñar es tener en la frente una aureola.
El hombre es un océano; la mujer es un lago. El océano tiene la perla que adorna; el lago la poesía que deslumbra.
El hombre es el águila que vuela; la mujer es el ruiseñor que canta.
Volar es dominar el espacio.
Cantar es conquistar el alma.
El hombre es un templo; la mujer es el sagrario. Ante el templo nos descubrimos; ante el sagrario nos arrodillamos.
En fin: el hombre está colocado donde termina la tierra;
la mujer donde comienza el cielo.
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