miércoles, 16 de noviembre de 2011

Un “testimonio” lleno de las mejores intenciones, pero…

El testimonio sobre Sucumbíos del Padre Luis Aróstegui, ocd, publicado en el blog Isamis2010, tiene sin duda alto un valor sentimental y no deja de ser verdad que, en cualquier caso, es siempre noble hacer cuerpo y causa común con la querida y venerable Orden Carmelitana, sobre todo por parte un miembro con la trayectoria y la experiencia del Padre Aróstegui.

Pero  en lo que se refiere a la constatación y apreciación de los hechos que se dieron en Sucumbíos, su testimonio posee un valor muy relativo pues muchas de los datos que publica no son reales: en algunos casos, la información peca de exceso apuntando logros inexistentes y en otros, en pocos, hasta llega a minimizar la obra carmelita... Se contabilizan muchos éxitos en los primeros años de la misión. Después, a partir de la llegada de Fray Gonzalo cambiaría el rumbo de las cosas.

Además, lo que pudiera valer para el año 2004, año en que el Padre Aróstegui visitó Sucumbíos, ciertamente no se aplica a las circunstancias de seis o siete años después, tiempo en que se dio el cambio de administración en el Vicariato. Son dos momentos muy diferentes.

En cuanto al fraterno y cariñoso saludo del Padre General Xaverio Cannistrá del 18 de junio de 2011 a Monseñor Gonzalo y a sus misioneros que el Padre Aróstegui cita al inicio del testimonio, nada de más explicable que se manifiesten esos saludos y sentimientos. Ya el “agradecimiento” no parece tan apropiado en vista de la beligerancia indebida que tuvieron los frailes carmelitas contra disposiciones de la Santa Sede. Y, por fin, celebrar el “gesto de obediencia sincero” a la solicitación de salida del Vicariato los seis frailes carmelitas, por parte de su superior a pedido del Papa, es algo totalmente fuera de lugar. ¿Por qué?

Porque los dichos carmelitas, junto con otros del Ecuador y de Colombia presididos por el Provincial, P. Naranjo, debatieron durante tres días en Quito si acataban la orden o no. ¡Eso lo declararon! Finalmente dijeron que la asumían… aunque con condiciones y sin el delicado empeño de cumplirla con presteza. El Padre Jesús Arroyo, Superior de los Carmelitas en Sucumbíos, dijo por la Radio Sucumbíos el 12 de mayo, que la salida de los carmelitas podría demorar meses, que de todas maneras estarían siempre en contacto con la provincia y que, si se presentase la ocasión y si fuese necesario, él volvería a Sucumbíos, pues nadie podría prohibírselo. Poco más de un mes y medio después de la orden de salida mal acatada, la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y la Nunciatura Apostólica, al parecer por presiones del Gobierno, exigiría la salida de los dichos carmelitas. Y aun así, después de salir contrariados, algunos de ellos han vuelto al Vicariato en ocasiones posteriores. ¿A ese comportamiento caprichoso –para decir solo eso- se puede llamar de “gesto de obediencia sincero”? Esta es la realidad de las cosas en lo que se refiere al mensaje del Padre General a los Carmelitas Descalzos de Sucumbíos.

En el testimonio del Padre Aróstegui, se dan algunos datos, excesivamente prolijos aunque no probados, sobre el supuesto “vasto plan de evangelización”. Dice el Padre Aróstegui que “Este listado, incompleto aun como esquema, de acciones y de realizaciones no puede dar idea de la vida que a lo largo de muchas décadas ha desarrollado la compleja acción de la misión”. Esta visualización parece ser fruto de un mito que ha circulado en la Orden Carmelitana a propósito de la obra de sus frailes en Sucumbíos, mito que llegó a poner a la misión de Sucumbíos como un galardón y motivo de orgullo, un poco la “niña de los ojos” de la Provincia Carmelitana de Burgos. Las misiones en Sucumbíos tocaron corazones, abrieron bolsillos y doblaron rodillas de mucha gente generosa que oró, colaboró y se entusiasmó con el proyecto. Pero toda esa pobre gente sensible, no tuvo la ocasión de constatar las cosas –siempre elogiosas- que se escribían, se publicaban y se decían en revistas, blogs y de viva voz.

El propio Padre Aróstegui estuvo en Sucumbíos y se hospedó “en la casa del obispo Gonzalo López Marañón, como se hospedaban entonces y siempre otros colaboradores de la misión”, pero no es imposible que no haya podido ver y conocer las cosas a fondo. Especialmente las principales cosas, tanto en lo social como en lo espiritual. Más o menos como sucedió con el Visitador Apostólico Monseñor Santoro que, algunos años después, también pasó unos días en Sucumbíos por mandato del Vaticano y se le preparó una representación para que viera ciertas cosas y no viera otras… En todo caso, el Padre Aróstegui parece reconocer lagunas en la misión de Sucumbíos cuando dice: “No quiero idealizar, como si los procesos y resultados, sobre todo duraderos, correspondieran sin más con estos planes ideales y con estas intenciones” (?) Y más adelante: “En este admirable proyecto de conjunto, de crecimiento de una comunidad, yo mismo veía pendiente aún la promoción de vocaciones sacerdotales y religiosas”. Los resultados, entonces, no corresponden siempre a los ideales, y a veces sucede que quedan cosas pendientes como –ni más ni menos, las vocaciones…

Como fruto de este conocimiento, he tenido, y tengo, la convicción de que la misión de Sucumbíos, de los carmelitas descalzos de la Provincia Burgense, ha sido modélica en aspectos fundamentales de una verdadera misión”. ¿”Misión modélica”? No es la opinión de la Congregación de la Evangelización de los Pueblos, ni la de la Nunciatura en Quito, ni la de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, ni la del Visitador Apostólico, ni la del que fue administrador Apostólico, ni la de los sacerdotes diocesanos que llegaron de otras provincias a evangelizar, ni la de los fieles del Vicariato…  Los hechos desmienten clamorosamente la percepción del Padre Aróstegui. Ni “la evangelización integral” ni “la participación de los laicos” (los dos ejes mencionados) han sido exitosos en Sucumbíos. Aunque la experiencia no fue totalmente fracasada, pudo haber sido muchísimo mejor: estaríamos viendo los frutos…

Otro cantar es lo que dice al ir concluyendo en su testimonio: “Imaginemos Sucumbíos sin la existencia de toda esta realización de la misión carmelitana, continuando abandonadas aquellas buenas gentes casi a una fatalidad sin más aliciente ni horizonte, o al vaivén de los intereses económicos de compañías voraces”. No apostemos a imaginaciones sino que analicemos realidades. Por eso decíamos que hay cosas buenas en la obra de los Carmelitas en Sucumbíos ¿quién podrá negarlo? Pero ¿por qué negar o encubrir lo malo que quedó al descubierto y fue conocido después de la llegada de la nueva administración? Esta pregunta espera una respuesta.

De todas maneras, en cuanto a lo bueno, es evidente que hubieran hecho algo semejante en Sucumbíos los jesuitas, o los salesianos o los franciscanos. Les tocó a los carmelitas. Los tiempos han cambiado: hace cuarenta años, o hace menos años, las cosas eran diferentes; las exigencias de la evangelización ya no son hoy las mismas y por eso, no hay que aferrarse a una situación social o religiosa de tiempos pasados.

Precisamente en Aparecida se nos pautan muy claramente las prioridades actuales de la evangelización. Y en el Vicariato de Sucumbíos no se asumió el Documento de Aparecida, a pesar de que a veces se lo cita como escudo, no se lo aplica.

Es duro reconocer esta evidencia que está en la boca de quien vive y conoce la realidad del Vicariato: los carmelitas de Sucumbíos de los últimos tiempos no vivían según el genuino espíritu del carisma de su orden ni en auténtica comunión eclesial; y formaron –o deformaron- a unos pocos sacerdotes, diáconos y laicos según de su triste modalidad. Los fieles, “el pueblo sufrido y fiel de Sucumbíos”, como escribe el Padre Aróstegui, estamos pagando las consecuencias. El pueblo sufrido y fiel de Sucumbíos reconoce y añora la labor de los Carmelitas de la primera hora. También lo de la hora intermedia. No concuerda con los de la última hora.

El artículo del P. Aróstegui concluye con un ditirambo: “Gloria imperecedera de la Provincia Carmelitana de Burgos (…)”.

Que Dios se apiade de nosotros y obtenga la limpieza de las mentes y de los corazones para ver y apreciar en su justa medida las cosas como son, y no como se imaginan o como se quiere que sean.

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