Un blog isamita publicó recientemente unas impresionantes fotos de niños desnutridos y enfermos de algún país del África al lado de otra foto en que está Benedicto XVI almorzando en la nunciatura de Madrid con un grupo de jóvenes. En esta escena, el ambiente es digno, limpio, se nota una buena educación en los comensales y se supone que la comida debe ser de cierta calidad, como corresponde en la mesa del Papa… y como no saben apreciar los de Isamis.
Es absurdo, completamente tirado de los pelos, comparar esas dos realidades, haciendo suponer malévolamente que una cosa es causa de la otra. Sobre todo cuando se sabe todo lo que hace la Iglesia contra la pobreza y la enfermedad en todas partes. Hubo quien, a la vista de esa presentación, evocó la escena de Cristo en Bethania con la Magdalena a los pies derramando un perfume carísimo, mientras Judas se indignaba. Y no porque le importaran los pobres sino porque era ladrón.
Después, el mismo blog partidario de Isamis –u otro del género- publicó las mismas fotos de niños desnutridos y hambrientos junto al texto sublime del Evangelio del joven rico al que llaman “el joven heraldo”. En verdad no es nada agradable estar en la piel de ese desgraciado joven; es mil veces preferible estar en la piel de los pobres niños desnutridos. En fin, por ahí se mide el horror que los de Isamis tienen por los heraldos… lo que debe ser motivo de ufanía para ellos (los heraldos)
No queremos caer en el mismo mal gusto de comparar personajes del Evangelio con figuras de Isamis, aunque es inevitable que nos vengan a la cabeza, en tropel, varios personajes o situaciones. No resistimos en citarlas: los fariseos en sus diversas intervenciones, especialmente aquel que no salió justificado del templo, los escribas quisquillosos, los obreros envidiosos de la primera hora, los viñadores asesinos, los mercaderes del templo, las vírgenes necias, la higuera estéril, la sal que no sala, el ciego que conduce a otro ciego, los primeros que serán los últimos, los falsos profetas, el apóstol que vendió al Señor y hasta el demonio que lo tentó…
Y si de citar la Escritura se trata, proponemos al lector este pasaje del Salmo 94: “Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: "Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso”.
Quien quiera entender que entienda.
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