A fuerza de no querer ver la realidad en toda su profundidad y crudeza, de no querer juzgarla de forma imparcial y sin animosidad, y de tampoco querer actuar valientemente en función de lo que sanamente se constata, hay personas, hay misioneros, que están como ciegos y muy equivocados.
Un “agradecimiento incondicional” al Obispo emérito de Sucumbíos es algo temerario. Se comprende que los consolatos hayan recibido atenciones y favores de él y que hasta puedan ver méritos en su controvertida labor de los cuarenta años. Pero al hipotecar un agradecimiento “incondicional”, los misioneros consolatos faltan el respeto y quitan autoridad al Santo Padre, a la Congregación de la Evangelización de los Pueblos y a los Obispos del Ecuador. Para solo citar esas tres instancias que no son las menores…
Es público y notorio que el “proyecto misionero” de Mons. Gonzalo no estaba de acuerdo con las líneas pastorales de la Iglesia en cuanto tal. Eso fue dicho en su momento por las autoridades vaticanas con palabras y con actos. Pero los misioneros consolatos, como también todos los adictos del Isamis, sencillamente no reconocen eso.
Hablan en su carta de “hora de oscuridad y de dolor” ¿Por qué no hacer una autocrítica o un examen de conciencia para tentar corregir los múltiples desvíos que se han dado en Sucumbíos –y en las filas de los consolatos- en materia litúrgica, canónica, financiera, moral…? Nada de eso les interesa. Lo cierto es que la “hora de oscuridad y de dolor” la vive en Vicariato ante tanta pertinacia de corazones de piedra como los que demuestran tener los consolatos y sus amigos los carmelitas.
Para ser “uno como Nosotros somos uno” (frase citada de Jesús) no se puede pretender pasar por encima de “teologías, leyes y derechos”. Es que… ¿somos o no somos católicos? Si se trata de dar un cariño sentimental a Mons. Gonzalo, es comprensible esta impostación. Pero si se tiene amor y celo por la verdad, el bien, la ortodoxia, la pureza, la obediencia… Ahí es otra cosa. O, entonces, ¿no somos religiosos, ni consagrados? Somos, en verdad, caprichosos, autodidactas y gestionarios de otra religión.
“Hora de cruz y de resurrección” es la que estaría pasando el Obispo Gonzalo. Más bien es el Vicariato pasa esa hora por obra del Obispo Gonzalo. Cruz, por lo que han sufrido los fieles desviados o abandonados en el proyecto de salvación. Y resurrección, porque se están empezando a liberar –con la salida de los carmelitas- del yugo irresponsable que lo sometía.
Ni el Concilio Vaticano II ni mucho menos el Espíritu Santo inspiraron la aventura de Isamis que fue una caricatura del Concilio soplada por el espíritu del mal, por el padre de la mentira, por el diablo. “la tremenda estación del vía crucis” y “el cáliz amargo de la pasión” la está viviendo y tomando el pueblo de la Provincia, abandonado como ovejas sin pastor. ¿Dónde están las realizaciones de los cuarenta años de experiencia de Isamis? ¿Dónde las conversiones? ¿Dónde las vocaciones? ¿Dónde el progreso moral y material? ¡Qué se diga! ¿Dónde?
Cuanto a solidarizarse con los carmelitas “fieles acompañantes del pueblo de Dios” que han sufrido “un injusto alejamiento”, es hacer causa común con ellos, es decir, hacerse reos de las censuras que ya han tenido y las que les aguardan, precisamente por no haber sido fieles acompañantes del pueblo de Dios.
¿”Constructor de paz” Monseñor Gonzalo? Más bien sembrador de cizaña.
El árbol se conoce por sus frutos. Y si después de 22 días de ayuno el Obispo estaba “sereno, fuerte y siempre chistoso” significa que es un irresponsable y que su supuesto “ayuno” no fue tal… Hacer chistes cuando el Vicariato ha sufrido tanto, es una incongruencia y una burla a las que fueron sus ovejas. En Sucumbíos no fueron las ovejas las que descarriaron, fueron los pastores.
Todas las proclamaciones de fidelidad al “Espíritu” y las numerosas citas de la Sagrada Escritura que contiene la carta que los misioneros consolatos dirigen a Monseñor Gonzalo, son una cortina de humo para ocultar y silenciar este drama que clama al cielo: la soberbia y la desobediencia de los carmelitas (Obispo y frailes) y el proyecto de cisma y herejía que fue tomando cuerpo en Sucumbíos.
La carta no hace mención a los Heraldos del Evangelio. Pero ese silencio es un himno de desprecio y de oposición a los que no hicieron más que obedecer y cumplir su deber, ante la oposición y persecución constante y creciente del destinatario y de los firmantes de la malograda carta que comentamos.
Ojala le enseñaran a su amiguito Gonzalo que: Alabanza en boca propia es como nariguera de oro, también el obispo Gonzalo debe acordarse de los aportes económicos muy significativos que le dieron en estos cuarenta años y de los cuales nunca dio cuentas como el que dio el Consejo provincial cuando era prefecto Elíseo Azuero de como $384.000.000.00 millones de sucres para toda la construcción de la catedral y esa catedral hasta ahora esta en obra muerta, de los miles de dolares que dono OCP, o de los últimos $300.000.oo del ex alcalde Luis Mosquera para terminar la catedral, de la indemnización millonaria que les dieron a los familiares de los once del Putumayo y el no les entrego ni la décima parte argumentando, gastos de abogados, viajes y representación y por último el déficit económico en el que queda la radio Sucumbios, el comedor Agape. Y tomando en cuenta que lo más importante para un religioso es la enseñanza espiritual del amor a Dios y todos sus sinónimos y que por cierto estuvieron muy abandonados solo por comentarles el párroco de la Iglesia central era una señora y no era religiosa, para un bautizo debíamos estar en comunidad de uno a dos años y solo se bautizaba un hijo por hogar, cuando alguien fallecía y se pedía una Misa para consuelo de los familiares, nos contestaban que los muertos no necesitan misas, quisiera que el cuente por que desterró a los religiosos de la Sagrada Familia, creadores del Colegio Pacífico Cembranos, sera acaso por que se opusieron a darle el dinero que tenían para construir la piscina olímpica del colegio y obispo destino para la construcción de la catedral.
ResponderEliminarCuanto dinero sacaron al pueblo que donen cemento, que donen $5 para una piedra de la catedral.
Lo único que me resta es dar gracias a Dios por que ojala y haya cumplido la orden de sus superiores y se haya acabado de ir a su país de origen España, y no este camuflado en Sucumbios alto, escondido y agazapado como los guerrilleros colombianos que siempre les dio albergue y cabida. Incluso se sabe de una construcción por el sector conocido como la 10 de agosto donde tenía una amplia infraestructura destinada para albergue de descanso y sus amigos guerrilleros. Yo mas bien creería que por eso el nombresito del ULTIMO OBISPO ROJO, por su apego a los subversivos colombianos.