Al Padre Hugo Cisneros le han publicado en el blog “Evangelizadoras de los apóstoles, un espacio para recrear lo sagrado y lo profano con ojos de mujer” un artículo que merece un comentario por parte de quienes conocemos y sentimos en lo más íntimo del corazón lo que viene sucediendo en el Vicariato de Sucumbíos.
Empezamos por declarar que, evidentemente, Mons. Gonzalo merece todo el respeto como persona y como Obispo y no se trata de cuestionar sus intenciones que serán juzgadas por Dios. Apenas queremos opinar sobre su accionar. Y también sobre las opiniones emitidas por el Padre Cisneros.
Imaginamos que “Hugo Cisneros” se trata del conocido sacerdote de Ambato, aunque al consultar en Google, vimos que existe un pastor de la iglesia Bautista Peniel de Matampros que se llama igual. Por el tenor de su escrito, dudamos si se trata de un pastor católico o protestante. Bueno, vamos al tema.
No nos parece que el ayuno haya sido “un momento intenso de oración”. El fariseo en el templo se jactaba precisamente de ayunar y no salió justificado. Con los micrófonos y cámaras de los medios, en plaza pública, con voceros oficiales, con visitas de líderes políticos, con invitaciones a visitarlo a su carpa, etc., todo ese aparato publicitario no fue del agrado de Dios. Hubiera sido mejor que se encierre en su celda de fraile, en el interior de su convento para rezar y ayunar.
Además, el ayuno no produjo ningún resultado: ni en su físico -que no se resintió en lo más mínimo después de 24 días de no probar bocado…, ni en su espíritu, que salió con la misma jactancia con que entró, ni en el Vicariato de Sucumbíos, donde la tensión continúa e incluso ha aumentado después de su ayuno. Una vocera del Obispo en ayuno declaró en su momento que un signo de reconciliación era el envío al Vicariato desde Quito de un grupo de indígenas Kitu Karas para sanar corazones (?).
El Padre Cisneros desprecia los “cánones eclesiásticos”. El problema no es de cánones ni de rúbricas sino de doctrina y de pastoral. Y los frutos están a la vista. El “proceso” no fue “apoyado por 80 años de los carmelitas” sino inventado por Mons. Gonzalo hace solo cuarenta años y cuestionado hoy por la Iglesia universal, desde el Papa hasta los fieles del Vicariato, pasando por una enorme gama de instancias.
Efectivamente, “la autoridad no es dominio, no es prestigio, es servicio, es corrección, es perdón” pero no necesariamente “dejando los ropajes canónicos y legales". ¿Y eso? Imagínese una sociedad –temporal o espiritual- funcionando en base al capricho de todo el mundo, donde la autoridad está desprestigiada y donde no hay leyes… ¡es la ley de la selva! La Iglesia es sabia, tiene su derecho y sus normas pero, sobre ellas, prima el objetivo central: la salvación de las almas. Ojo: la salvación, no la liberación y ni la rebelión.
La “pastoral de procesos y no de simples acciones” que se vivió en Sucumbíos hace pensar en un programa socio-político donde el Espíritu Santo con sus dones y sus gracias está ausente.
“A la manera de Jesús”… peligrosa afirmación que hace pensar en el libre examen que practicó Lutero. Sería mejor decir “a la manera de la Iglesia que fundó Jesús sobre la roca de Pedro”. De esa Iglesia de la cual creemos que el Padre Cisneros es Ministro ordenado.
Cuanto a “otros métodos ajenos a la realidad” que critica, no se sabe cuáles son pues no los denuncia aunque se entrevé su pensamiento que no dice por temor y por prudencia. Así ha sido -y continúa siendo- el comportamiento de los que han demostrado su rebeldía contra la autoridad de la Iglesia (el Papa es el siervo de los siervos de Dios), con el pretexto de implantar un modelo de iglesia diferente. Les salió mal ese intento.
Dios bendiga a Monseñor Gonzalo.
A continuación el artículo publicado en el blog “Evangelizadoras de los apóstoles, un espacio para recrear lo sagrado y lo profano con ojos de mujer” del cual hemos comentado:
El ayuno de un Obispo P. Hugo Cisneros C Me ha causado gran alegría ver, en la prensa de ayer, que Mons. Arregui, Mons. Travez fueron a visitar a un Obispo en ayuno, Mons. Gonzalo López Marañón. Algo que tenía que darse desde el inicio del problema suscitado en Sucumbíos, pues nuestra Iglesia es una comunidad de acercamiento, y no de confrontación, de anulación de procesos evangelizadores, de búsqueda de caminos no ajustados a las voluntades humanas, sino a la voluntad de Dios. Quiero, aprovechando este acontecimiento, compartir algo que escribí, hace unos 20 días, sobre la situación eclesial del Vicariato de Sucumbíos: "El ayuno que lleva a cabo Mons. Gonzalo López Marañón, no es un ayuno de protesta, no es un ayuno que reclama un derecho o que defiende una situación. El ayuno de Mons. Gonzalo es un momento intenso de oración, un momento de despojo para encontrar en Dios una respuesta a lo que él está viviendo "duramente" en su espíritu, en su vida, en su corazón. El ayuno es alegría y búsqueda segura del Dios de los pobres que lo hizo presente a lo largo de su trabajo pastoral, la búsqueda de los que necesitaban el amor de Dios, de su Hijo Jesús y que estaban aprendiendo que todo y todos pueden fallar, pero el Señor Jesús está en medio de ellos, amándoles y llevándoles a la casa del Padre pues la causa del hombre que es la causa de Dios y de su enviado Jesucristo. El ayuno de Mons. Gonzalo es un momento para encontrarse con el espíritu de aquellos que acogieron el mensaje de Jesús y que supieron organizarse, recuperar su dignidad de personas, de pueblo y aprendieron a comprometerse juntos en la gran tarea de salvar a todos por ser hijos del mismo Padre y redimidos por el mismo Señor Jesús. El ayuno de Mons. Gonzalo es el momento supremo de la prueba. Ajustados a los "Cánones eclesiásticos" le dicen que su trabajo no ha valido, que se ha equivocado en su labor pastoral, que los cuarenta años de entrega apostólica se han ido en el agua y que es necesario abolir todo y comenzar de nuevo todo con otra metodología desconociendo un camino, un proceso apoyado por 80 años de los Carmelitas que han dejado su vida, su tiempo, en tierras orientales, siguiendo la ley de la encarnación de Cristo, haciéndose uno de nosotros, y siendo fieles al evangelio de Jesús. El ayuno de Mons. Gonzalo es una oportunidad que Dios nos da, a todos los creyentes de nuestra iglesia, para meditar sobre el ejercicio de la autoridad, para recordarnos que la autoridad no es de dominio, no es de prestigio, es de servicio que dejando los ropajes canónicos, legales, actúa por amor, por eso comprende, por eso, si hay errores, perdona y corrige y da oportunidad para mejorar y favorecer la paz. Contemplo el ayuno de Mons. Gonzalo y siento que Dios nos recuerda, para reafirmar nuestras convicciones, que la pastoral que hacemos todos los cristianos, mucho más los sacerdotes, tiene que ser una pastoral de procesos y no de simples acciones. Los procesos, a la manera de Jesús, es desatar, como ha hecho Mons. Gonzalo y muchos otros Obispos de nuestro medio, en las personas y comunidades de los fieles, caminos de madurez integral para que sean protagonistas de la salvación ofrecida, y eso no se puede borrar con otros agentes, otros métodos ajenos a la realidad, pues ese crecimiento y conciencia ya están escritos en la conciencia de los fieles y comunidades. El ayuno de Mons. Gonzalo me ha enseñado que "nada de lo humano es ajeno a Cristo y su evangelización. Que todo proceso de evangelización tiene que estar íntimamente unido a la promoción humana. Finalmente Mons. Gonzalo nos deja, en su retiro el testimonio de su vida, de fe, de intimidad con Dios y sus fieles, de amor, de sencillez, de pobreza y sobre todo de entrega a su "pueblo" en quien descubrió el rostro de Jesús. Dios bendiga a Mons. Gonzalo |
No hay comentarios:
Publicar un comentario