miércoles, 7 de diciembre de 2011

Heraldos de otros evangelios

Estamos en adviento y una meditación sobre la venida de Jesús es más que oportuna ¡Pero que no nos contaminen con teorías contrarias al cristianismo! Veamos cómo nos despista un heraldo de otro evangelio que escribe en El Telégrafo. Esta vez, no es el Padre Pierre…

“El hijo del carpintero”

*Fernando Falconí Calles / El Telégrafo 5/12/11

Antes de tu nacimiento, tus padres tuvieron que dejar su modesta casa para protegerte.

No es cierto. Tuvieron que dejar su casa para ir a Belén a empadronarse en la ciudad de origen, cuna del rey David, a cuya dinastía regia pertenecían María y José.

En tierra extraña no tuvieron un lugar para hospedarse. En un establo en donde estaban asnos, ovejas y vacas encontraron un rincón. En ese rincón naciste.

Los hombres de la ciudad no le abrieron las puertas, pero una humilde gruta lo acogió y recibió después el homenaje de ángeles, reyes y pastores. Ningún niño, por más rico que sea, tuvo estos privilegios.

Herodes -enfermo de poder y soberbia- te perseguía. No podía aceptar un nuevo Rey. Por eso dio la orden de matar a todos los niños de tu edad.

El poder y la soberbia son efectivamente excluyentes y llegan hasta el crimen. Sí, la historia se repite, pero no hay que llorar solo con el ojo izquierdo…

Pasado el peligro, en tu niñez pobre, tuviste amigos de tu misma condición. Los niños ricos vivían en otros barrios. En el taller ayudabas a tu padre a medir, cortar, cepillar y dar el acabado a las obras que encargaban los vecinos.

El evangelio apócrifo de Fernando Falconí revela que Jesús era excluyente, pues solo tendría amigos de su supuesta misma condición. Los Evangelios canónicos nos dicen lo contrario: que frecuentaba Betania, la casa de Marta, de familia rica y aristocrática; que fue próximo y compartió con Mateo, con Nicodemo, con José de Arimatea, con el joven rico a quien amó, con el dueño del Cenáculo, con Simón el fariseo, con Lázaro, con Juana, mujer de Cusa, procurador de Herodes; con Susana y muchas otras mujeres que le servían con sus bienes, con María que derramó un perfume carísimo sobre sus pies ante el escándalo de Judas Isacriote que dijo que se debería vender y dar el precio a los pobres… Jesús, que no tenía dónde reposar la cabeza, participaba de banquetes y de fiestas. Además Él era de estirpe real (de la casa de David) y sus apóstoles no eran pobres harapientos como insinúa este otro evangelio, sino prósperos pescadores, agricultores y comerciantes… ¡Que dejaron todo para seguirlo! Atención: Jesús no canoniza al pobre ni condena al rico. Enseña el servicio a los demás y el desapego a los bienes de la tierra. No valora a las personas por el tamaño del bolsillo sino por la nobleza del corazón.

A los treinta años iniciaste la extraordinaria tarea: dar a conocer los principios de la Revolución del Amor y la Solidaridad. Tu equipo de trabajo fue de gente sencilla. No fue difícil estructurarlo porque a los elegidos les dijiste: “Deja todo y sígueme”.

Jesús no da a conocer principios, ni proclama una revolución, ni constituye un equipo de trabajo. En obediencia al Padre, revela su Persona, invita a su seguimiento  y se entrega a la muerte par amor a los hombres. El cristianismo no es una ideología ni una empresa.

Cuando, látigo en mano, expulsaste a los mercaderes-especuladores-codiciosos del templo, firmaste tu sentencia de muerte porque destruiste sus “negocios”. En cambio el pueblo te creía, te seguía, te amaba. Por eso los lacayos del imperio te declararon blasfemo y subversivo. La conspiración comenzó: las cúpulas religiosas y los políticos serviles te declararon su enemigo.

La conspiración comenzó mucho antes, al inicio de la vida pública de Jesús. Y no partió de los lacayos del imperio sino de los mismos judíos, incitados por sus líderes religiosos que se habían apartado de Dios aparentando fidelidad la ley. Jesús los denunció.

En todas partes hay traidores y tu grupo de confianza no fue la excepción. Treinta monedas fueron  suficientes para despertar la codicia y adormecer los principios. Se inició el juicio: de los tribunales de tu país pasaste a las leyes de Roma. Luego del lavatorio de manos del representante del imperio, tus compatriotas te condenaron a morir en una cruz.

La muerte de Cristo no fue producto de maquinaciones humanas sino consecuencia de su ofrecimiento. Jesús vino en carne mortal, como cordero, y se entregó a la muerte. Su Providencia todo lo dispuso para que así sea. La contrapartida es que vendrá al final de los tiempos en pompa y majestad para Juzgar a los hombres y purificar a la tierra… ¿Esa expectativa está en el evangelio de Fernando Falconi?

Felizmente tus mensajes los seguirán transmitiendo Helder Cámara, Leonardo Boff, Frei Betto, Óscar Romero, Leonidas Proaño, Pepe Gómez, Alberto Luna, Pedro Pierre y otros más. Tu palabra está presente en la Teología de la Liberación, en la Iglesia de los Pobres. Hoy te necesitan en Irak, Afganistán, Palestina, Libia, Siria. Te necesitan los que tienen hambre en África.

Definitivamente, para Fernando Falconi se diría que Jesús no es más que el hijo del carpintero. Para los católicos, Jesús es principalmente Hijo unigénito del Padre, segunda persona de la Santísima Trinidad, aunque también Hijo de María y del carpintero. Es un misterio admirable. Por eso su mensaje lo seguirá trasmitiendo la Iglesia con su Magisterio y los santos con su testimonio. ¿Cómo no pensar en el Santo hermano Miguel, en Santa Narcisa, en Santa Mariana de Jesús, en el Padre Pio, en el Beato Juan Pablo II y en tantos otros bienaventurados que el pueblo católico venera?  La lista de santos, de teorías y de países del evangelista apócrifo es singular… para decir solo eso ¡si hasta aparece el Padre Pierre! (aunque faltó Ghandi. Y entre los países faltó nuestro Ecuador).

En estos tiempos, tu cumpleaños se ha convertido en un gigantesco mercado. Te han dejado, nuevamente, abandonado en un rincón. Los usureros-especuladores-codiciosos se han “modernizado”: ahora someten gobiernos y quiebran países. Es probable que en el mundo actual el látigo no sea suficiente.

Efectivamente el látigo no parece suficiente. Por eso tantos castigos hemos merecido y tantos otros amenazan en el horizonte: tsunamis, pandemias, sequías, inundaciones, terremotos, volcanes amenazadores… “Varias naciones serán aniquiladas,  los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir” (revelaciones de Fátima). Pero, al final, “mi corazón inmaculado triunfará” ha dicho la Virgen. Pero en eso no cree ni está obligado a creer Fernando Falconí.

Si hoy retornas, te declararán subversivo socialista y te condenarán nuevamente a la muerte. Pero esta vez Tú los derrotarás, porque serán millones de expoliados, invadidos, desempleados, hambrientos e indignados los que formarán parte de tu ejército victorioso.

Al fin del mundo el Señor retornará precisamente para poner orden; será su segunda venida. Que el columnista de El Telégrafo no nos asuste con sus teorías catastrofistas y, quién sabe, milenaristas. Mientras tanto, es seguro que ni los socialistas, ni los subversivos, ni los guerrilleros (Fernando Falconí ha manifestado su admiración por el Che Guevara en El Telégrafo), ni los desempleados, ni los indignados forman el ejército victorioso de Jesús. Lo forman los humildes, los pobres de espíritu, los puros, los perseguidos, los limpios de corazón… Este “ejército” no lucha con armas, ni bombas, ni mentiras. Su fuerza es la gracia de Dios y la santidad de sus vidas.

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