miércoles, 22 de febrero de 2012

Mensaje para la cuaresma en Sucumbíos

Nueva Loja, 22 de Febrero de 2012- Sucumbíos Información.-Nuestros lectores nos han escrito pidiendo algún mensaje para la cuaresma que se aplique más concretamente para nuestra provincia. Por justas razones no tenemos  ningún mensaje oficial del nuevo Administrador Apostólico, Monseñor Paolo Mietto; es obvio, nuestro querido Pastor recién está llegando, que por cierto lo esperamos ansiosamente.  Nos pareció entonces que podríamos recordar las palabras de su antecesor, nuestro muy recordado Monseñor Rafael Ibarguren, ex Administrador Apostólico de Sucumbíos.  Este mensaje fue publicado para el inicio de la cuaresma del año pasado, lo tomamos del blog http://sucumbios.blog.arautos.org/ , como verán el mensaje no ha perdido actualidad, lo podemos aplicar para hoy.

La cuaresma hoy y en Sucumbíos

El miércoles de ceniza es la puerta de la cuaresma, ese tiempo privilegiado que nos llevará a la Semana Santa para concluir con la Pascua y la resurrección. El signo de la ceniza con que se nos marca en la frente, quiere ayudarnos a que tomemos una actitud humilde delante de Cristo, delante de los hermanos y delante de toda la obra de Dios. “Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás”, dice una fórmula de imposición de la ceniza. Otra fórmula reza “Conviértete y cree en el Evangelio”. Son invitaciones a que tomemos nuestro lugar en la sociedad y en la vida, sin quitárselo a otro ni a nadie, pues todos tenemos un espacio providencial en la obra magnífica y armónica de la creación. Somos polvo, venimos de la tierra, fuimos constituidos desde el barro y a la tierra volveremos. Esta es una primera y tremenda verdad delante de la cual hay que rendirse. Más aún: delante de la cual hay que entusiasmarse y exultar de gozo, ya que confesar esto no más que tomar nuestro puesto y, sobretodo, poner a Dios en el suyo: el de supremo dueño y Señor. La actitud ante Dios, ante los demás y ante el universo, debe ser siempre una actitud humilde. Como la del publicano de la parábola. ¿Qué somos o qué tenemos que no lo hayamos recibido? La humildad es el ejercicio de la restitución. Ser orgulloso es ser ladrón, es robar a Dios. Ahora, resulta que la actitud humilde es el inicio o la condición para lograr la conversión que se nos pide con insistencia en el tiempo cuaresmal. Es la humildad lo que propicia que la oración, el ayuno y la limosna sean acciones meritorias y agradables a Dios.

Fijemos la atención en la provincia, en nuestro querido Sucumbíos. Una región privilegiada, una arena llena de desafíos y de promesas, un lugar bendito en el vasto y rico suelo ecuatoriano. Si somos humildes, seremos felices y Dios hará su obra en nosotros. ¡Ya la ha hecho en gran medida! Fue precisamente la entrega generosa y el compromiso dedicado de nuestra gente lo que talló el perfil original del que nos enorgullecemos… humildemente. Sí, porque la humildad es la verdad. El ejemplo más paradigmático de la obra de Dios se dio en la Virgen María, la esclava del Señor. ¿Qué obra? Ni más ni menos que la encarnación del Verbo. Cada cristiano comprometido con su Iglesia, cada fiel, por más desconocido e incapaz que sea o que se considere, cada ciudadano, habitante de esta rica Amazonía, tiene la vocación y la responsabilidad de ser ese campo de acción de Dios para la conversión personal y la transformación de la sociedad. La conversión será el fruto del don de Dios que se nos comunica cuándo se le atrae con el perfume de la humildad. La conversión no es nunca la consecuencia de un esfuerzo o de una originalidad personal, es fruto de una gracia. La suficiencia espanta el don de Dios.

El orgullo y la soberbia, en cambio, alejan de las criaturas las bendiciones de Dios, volviendo a las personas estériles, tristes, frustradas, inexplicables. Nuestro Vicariato de San Miguel de Sucumbíos está en camino, como la misma Iglesia militante o peregrinante. Es una provincia que sigue transformándose. Un importante transcurso ya ha sido hecho. Otras vías aún deben de ser trilladas y conquistadas, a fuerza de humildad –digámoslo una vez más y siempre. Nos afirmamos y crecemos si nos abajamos y disminuimos; esta paradoja tiene una palpitante actualidad y es la vía necesaria para conquistar la grandeza a que aspiramos. Jesús nos lo enseñó con su pasión y con su cruz.

No perdamos tiempo en querellas inútiles, en prejuicios mezquinos, en ilusiones orientadas, en actitudes negativas, en acciones marcadas por el interés político, social o económico. En pensar demasiado en el pasado, temiendo por un futuro que, aunque lo sabemos promisor, se presenta incierto. Construyamos el presente a cada momento, con ilusión. Tristemente, en nuestro medio, muchas energías se pierden por no ser así.

Cuando un alma es humilde y, consecuentemente, generosa, las bendiciones de Dios llueven con más fuerza que nuestras tormentas tropicales. Cuando el virus nefasto del orgullo impera y carcome nuestro corazón, pues podemos esperar sencillamente lo peor.

Claro que no queremos lo peor para nuestra tierra, queremos para ella lo mejor: la Pascua, la resurrección y la gloria.

P. Rafael Ibarguren Schindler EP
Administrador Apostólico
Vicariato de San Miguel de Sucumbíos
9 de marzo de 2011


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