Nos sorprende que isamis se escandalice por una supuesta deformación teológica. ¿Qué será? Es el simple hecho de que un sacerdote dedicó un tiempo de su sermón para hablar del adulterio. Evidente que el clérigo que habló contra este pecado no es de isamis, ciertamente tiene que ser uno de los sacerdotes de otras diócesis, enviados por la conferencia episcopal para ayudar en el Vicariato, uno de los que en isamis les llaman “Heraldos sin botas”.
A continuación pondremos la nota completa publicada por el blog isamis2010; como verán isamis quedó escandalizado porque a alguien se le “ocurrió” tratar este tema, este tipo de escandalo es lo que se conoce como escándalo farisaico. Ahora sí veamos:
martes 7 de febrero de 2012
El lunes 23 asistimos a una celebración de la eucaristía donde la primera lectura recogía el texto del Segundo Libro de Samuel 11, 1-17 que narra el adulterio del rey David con Betsabé y el posterior asesinato de Urías el hitita, marido de Betsabé a instancias del rey.
Pues bien, el sacerdote, cuyo nombre y la orden a la que pertenece callaremos por respeto, dedicó su sermón a hablar del terrible pecado de David que consistió en haber cometido adulterio. En consecuencia nos estuvo hablando durante casi 15 minutos sobre el atroz pecado del adulterio y del arrepentimiento que tuvo luego el santo rey David, pidiendo perdón a Dios.
Pareciera por los comentarios del sacerdote que el único pecado que cometió David fuera el del adulterio, cuando queda claro en el texto que al menos cometió otros tres pecados más y algunos más graves: asesinato, engaño y abuso de poder. Asesinato, porque dio la orden para que se dejara solo a Urías ante el enemigo, por lo que podríamos hablar como poco de que el rey fue el autor intelectual de la muerte de Urías. Engaño, porque, cuando le informa Betsabé de que está embarazada, llama a Urías con un pretexto para invitarle a que se acueste con su mujer y así piense que el muchacho que iba a nacer era suyo. Abuso de poder, porque él es quien llama a Bertsabé y en ninguna parte se nos dice que ella fuera por su propia voluntad y prevaliéndose de su condición real, da las órdenes para el crimen en contra del marido burlado y termina incorporando a Betsabé a su harén.
¡Vamos, que el rey David tenía que arrepentirse de bastantes cosas, además del adulterio!
Queremos entender, siendo bien pensantes, que el buen sacerdote puso el acento en el adulterio de David, porque suponía que nosotros/as no estábamos en posición de ordenar un asesinato o de caer en los peligros del abuso de poder.
Si sacamos este ejemplo a colación es por la deformación teológica que suponen análisis bíblicos como el mencionado: el pecado se relaciona fundamentalmente con la sexualidad y sus diversas variantes, mientras que los crímenes más atroces, las injusticias sociales, la corrupción y los abusos del poder no se mencionan ni se toman en cuenta.
Lamentablemente, este tipo de deformación se observa en muchos sacerdotes jóvenes y en muchos sectores conservadores de nuestra Iglesia, que cargan todo su acento en la moral sexual, en lo litúrgico formal y se olvidan de temas como la justicia social, la verdad por encima de los dogmas, el amor a Dios y al prójimo. Caricaturizan y limitan la fe y reducen su práctica a preservar el sexto mandamiento. Se pone el acento en la culpa y el castigo.
Nos preguntamos qué tipo de formación/deformación se da en los actuales seminarios a los que aspiran al sacerdocio.
Esto mismo es lo que hemos sufrido y estamos sufriendo en Sucumbíos con los Heraldos, los “con botas” y los “sin botas”. Ambos tienen unos candados mentales que atrofian su conciencia y, por sus mensajes y predicaciones, también la del Pueblo de Dios.
A los heraldistas y carismáticos que tanto les gusta a hablar del reino de las tinieblas hay que decirles que planteamientos y visiones tan reducidas de nuestra fe son oscurantistas, retrógradas, perversas y antievangélicas.
Pareciera por los comentarios del sacerdote que el único pecado que cometió David fuera el del adulterio, cuando queda claro en el texto que al menos cometió otros tres pecados más y algunos más graves: asesinato, engaño y abuso de poder. Asesinato, porque dio la orden para que se dejara solo a Urías ante el enemigo, por lo que podríamos hablar como poco de que el rey fue el autor intelectual de la muerte de Urías. Engaño, porque, cuando le informa Betsabé de que está embarazada, llama a Urías con un pretexto para invitarle a que se acueste con su mujer y así piense que el muchacho que iba a nacer era suyo. Abuso de poder, porque él es quien llama a Bertsabé y en ninguna parte se nos dice que ella fuera por su propia voluntad y prevaliéndose de su condición real, da las órdenes para el crimen en contra del marido burlado y termina incorporando a Betsabé a su harén.
¡Vamos, que el rey David tenía que arrepentirse de bastantes cosas, además del adulterio!
Queremos entender, siendo bien pensantes, que el buen sacerdote puso el acento en el adulterio de David, porque suponía que nosotros/as no estábamos en posición de ordenar un asesinato o de caer en los peligros del abuso de poder.
Si sacamos este ejemplo a colación es por la deformación teológica que suponen análisis bíblicos como el mencionado: el pecado se relaciona fundamentalmente con la sexualidad y sus diversas variantes, mientras que los crímenes más atroces, las injusticias sociales, la corrupción y los abusos del poder no se mencionan ni se toman en cuenta.
Lamentablemente, este tipo de deformación se observa en muchos sacerdotes jóvenes y en muchos sectores conservadores de nuestra Iglesia, que cargan todo su acento en la moral sexual, en lo litúrgico formal y se olvidan de temas como la justicia social, la verdad por encima de los dogmas, el amor a Dios y al prójimo. Caricaturizan y limitan la fe y reducen su práctica a preservar el sexto mandamiento. Se pone el acento en la culpa y el castigo.
Nos preguntamos qué tipo de formación/deformación se da en los actuales seminarios a los que aspiran al sacerdocio.
Esto mismo es lo que hemos sufrido y estamos sufriendo en Sucumbíos con los Heraldos, los “con botas” y los “sin botas”. Ambos tienen unos candados mentales que atrofian su conciencia y, por sus mensajes y predicaciones, también la del Pueblo de Dios.
A los heraldistas y carismáticos que tanto les gusta a hablar del reino de las tinieblas hay que decirles que planteamientos y visiones tan reducidas de nuestra fe son oscurantistas, retrógradas, perversas y antievangélicas.
ISAMIS PREOCUPADO CON DEFORMACIONES TEOLÓGICAS… ¡ESO ES NUEVO!
Ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
El problema no es que un sacerdote joven no se haya referido a los otros pecados que cometió el rey David y que durante 15 minutos fustigó el adulterio, es que ellos consideran que el adulterio no es pecado grave. Sencillamente.
¿La noción de culpa y de castigo? Son infantilidades. ¿El sentido moral? Es oscurantismo retrogrado y perverso. Lo dicen claramente. Y lo practican…
Como David es rey y tiene poder, solo eso lo hace imperdonable, aunque él haya pedido perdón. Pero si un desposeído mata o adultera, nunca será grave. Probablemente Freud y Marx no harían una exégesis diferente…
David fue un penitente ejemplar. Que los de Isamis no lo imiten en sus vicios sino en su arrepentimiento. Y que se orienten con teólogos de verdad.
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sucumbiosinformacion@gmail.com
VAYANS3E AL DIADLO DEDIQUENSE HABLAR DE USTEDES MISMOS
ResponderEliminarisamis no gusta de la autentica doctrina Católica. Al parecer ésta les dolió.
ResponderEliminarLos fariseos no son diferente de los isamitas
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