lunes, 4 de julio de 2011

Comentario al artículo “Pienso, luego estorbo” del diario El Hoy

El periódico El Hoy publica un artículo con el sugestivo y pintoresco título “Pienso, luego estorbo” que merece algunos comentarios. Escribiendo estas líneas, queremos enriquecer el debate sobre lo que sucede en Sucumbíos con argumentos y razones, en medio tanta desinformación y mentira.

Pensar, ejercitando el noble instinto racional es digno de elogio y propio de seres humanos. Pero “pensar” deformando la realidad o elaborando fábulas es algo que ni Descartes –el autor del axioma “pienso, luego existo”- llegó a concebir. ¡Es que a propósito de Sucumbíos vale todo!

En primer lugar, digamos que no se sabe con qué “carmelita sacado por la jerarquía” habrá conversado el periodista Pepe Laso autor de la nota, pero por lo que se le atribuye, se ve que el tal carmelita hace honor a su calidad de rebelde.

1/La iglesia de Sucumbíos no la construyeron “los más pobres”. Los más pobres son precisamente los ausentes de dicha iglesia. Los constructores de esa iglesia son los misioneros extranjeros, las ONGs que aportan sus dineros, las organizaciones sociales (como la Federación de Mujeres o de Defensa de la Amazonía) que no son católicas ni son miembros de la Iglesia; y las escasas CEBS que aún se arrastran en la provincia, sin norte ni organización, después de un patente fracaso religioso y social. Están también los intelectuales que en escritos y mensajes pregonan sus ideologías que casi nadie lee. Se leen entre ellos… Los pobres son los ausentes de Isamis. Ellos quieren sacramentos, procesiones, bendiciones, incienso, agua bendita, etc.; quieren signos sobrenaturales, prendas de salvación. Quieren, también, medios materiales para subsistir y para progresar, como cualquier ser humano. Y nada de eso han encontrado en la iglesia de Isamis, donde no han podido saciar su sed espiritual ni sus ilusiones de progreso material.

2/ Es falso que lleven 139 días de vigilia y que todos los que pasan por ahí tienen un café y un plato de comida. La dicha vigilia se clausuró hace más de un mes y no hubo pasantes que se acercasen a comer. ¡Si ni siquiera se acercaban a rezar! (supuestamente una vigilia es para hacer oración; esta vigilia era más bien una huelga de protesta y fue muy poco frecuentada). También es falso que las comunidades de la selva llevaran “todos los días” yuca, huevos o plátanos. Esto hace pensar en el mito idílico del “bon sauvage” (buen salvaje) del impío Voltaire… que también llegó a decir “miente, miente, que algo quedará”. Cuanto al “ayuno” de Gonzalo López Marañón, lo menos que se puede decir es que resultó en un rotundo fracaso, pues no logró la reconciliación ni la sanación de heridas. Heridas, dicho sea de paso, que no fueron abiertas por los heraldos sino los mismos carmelitas con sus rebeliones y originalidades.

3/ la “teología del ayuno” esbozada en el artículo no es la de la praxis cristiana. Se ayuna y se hace oración no en plaza pública, ni con voceros de prensa que trompetean la cosa. Se hacen estas prácticas en la intimidad de una habitación, de preferencia a puertas cerradas, y dentro de la discreción y la humildad. El ayuno concebido por Gonzalo López Marañón y por los de Isamis se inspira en gestos del Mahatma Gandi y en prácticas orientales. Lo han dicho.

4/ La diatriba sobre quiénes serían los demonios que destruyen el tejido social corre por cuenta del autor. El periodista elabora unos silogismos con premisas falsas que lógicamente solo pueden llevar a conclusiones absurdas. Es muy confusa la redacción: Serían demonios los Heraldos, las sectas, los narcotraficantes, el dinero fácil, en  fin, todas las personas y todas las cosas que no asumen el perfil del anónimo y benemérito carmelita.

5/ Por fin, algo que no podía faltar: mezclar religión y política. La sanidad del tejido social depende de una conciencia íntegra, de la procura del reino de Dios y su justicia, de la paz con Dios y con el prójimo. “La fe encarnada, política y liberadora” ya la predicó Camilo Torres y otros exponentes de la teología de la liberación. La pretende realizar, sin éxito, el presidente Correa. En todo caso, no es verdad que los estados deban intervenir para sanear el estrago que hacen las sectas en los espíritus. Ese deber incumbe a los pastores de almas, a los Obispos, a los sacerdotes, la Iglesia, en fin. Hay que dar a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar.
Y si de dar se trata, hay que dar al lector platos sanos y bien servidos y no un artículo indigesto que francamente estorba. En vez de “Pienso, luego estorbo” el título del artículo podría ser, por ejemplo: “Deliro y miento, luego soy de la escuela de Isamis”.



A continuación el artículo publicado por diario El Hoy:


Pienso, luego estorbo

Publicado el 03/Julio/2011 
Por: Pepe Laso R.
joselaso@hoy.com.ec
Le invitamos a conversar. Él es uno de esos carmelitas que fueron sacados por la jerarquía de ese lugar en el mundo atravesado por todas las contradicciones sociales imaginables que parecen romper todas nuestras certidumbres.

Los más pobres, los que construyeron la iglesia de San Miguel de Sucumbíos, muchos acusados de terroristas por los poderes cercanos y lejanos, llevan en vigilia 139 días en las puertas de su iglesia. Todo el que pasa por allí tiene una taza de café y un pan, nos cuenta, y hay siempre para todos un plato de comida. De lejos, de las comunidades de la selva, llegan todos los días a ofrecer una cabeza de plátano, un puñado de yuca, algunos huevos y todo eso, como aquello que es parte de la economía del don, se vuelve símbolo de la estructura viviente de lo que llamamos comunidad. Y hace apenas unos días, Gonzalo López Marañón terminó su ayuno, no por la salida de los famosos Heraldos, sino por la reconciliación y la sanación de las heridas que estos produjeron, también en nombre de Dios, en el cuerpo del pueblo.

Nuestro amigo dijo sencillamente unas pocas palabras sobre el sentido simbólico del ayuno en la tradición cristiana. Es que, si la fe no toca los cuerpos y el cuerpo social, viviríamos desencarnados del mundo y en un lugar inexistente.

El ayuno, entonces, hace del cuerpo real un cuerpo que se torna símbolo del abandono y de la dependencia de Dios desde su fragilidad absoluta. Un cuerpo que se vuelve visible para contagiar de solidaridad, de comunidad.

Pero decía también, siguiendo el evangelio, que hay un género de demonios que solo puede ser expulsado con oración y ayuno, y que estos, por supuesto, no eran estos seres vestidos en el siglo XXI como una mezcla de cruzados medievales que usaran botas como los de la SS de la época nazi, y ni los otros, que pertenecen a toda esta especie de sectas que han surgido al interior de las iglesias, sino aquellos demonios que habitan esas zonas selváticas, el narcotráfico y esos poderes que ponen en juego, como vemos, la existencia misma de los estados-nación.

Y para estos demonios, la primera tarea es destruir el tejido social y sustituir la lógica de la solidaridad por la de la violencia, la sospecha, el dinero fácil, el ajuste permanente de cuentas, la articulación a las redes internacionales, la corrupción y todo aquello que es tan cercano, que se ha vuelto parte de una cultura que penetra por la espectacularización y la mediatización nuestras vidas.

Si el tejido social, alimentado por una fe liberadora, es decir, la comunidad, es la única protección posible, reconstituirla después de su destrucción por estas sectas que abren trochas en los espíritus del pueblo es un deber actual también de los estados. Esto, sin duda, lo anunció Gonzalo con su ayuno.

La fe se vuelve encarnada, política, liberadora cuando, como decía este amigo carmelita, cambiamos aquello de "pienso, luego existo" por pienso, luego estorbo."

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