jueves, 20 de octubre de 2011

¿“Iglesia de Jesús” o, sencillamente y como siempre, Iglesia católica?

“Iglesia de Jesús”  es un término muy usado por cristianos reticentes a la Iglesia institucional. Así hablan, por ejemplo, las Redes Cristianas, Somos Iglesia, las CEBS, los teólogos de la liberación, etc. En Sucumbíos, ciertos católicos llaman a la Iglesia, además de “Isamis” -lo que ya es una temeridad, pues rebautizan a la Iglesia que ya tiene nombre- “Iglesia de Jesús”.

“Iglesia de Jesús” es una expresión imprecisa y peligrosa. Muchos de los mismos que la usan contestan que Jesús sea el fundador de la Iglesia. La “Iglesia de Jesús” habría nacido al soplo del Espíritu después de Pentecostés y sería una creación de los apóstoles y, sobretodo, de Pablo. Vean lo que afirma, por ejemplo, Monseñor Gonzalo López Marañón en un articulillo publicado  por Isamis:

Muy poquísima gente sabe lo que es la Iglesia. Estamos llenos de una organización muy prolija, muy detallada, muy calculada. (…) Hay una primera etapa de la fe que empieza con Jesús y que acaba más o menos en el año 30. Mucha gente pregunta ¿quién fundó la iglesia? Y dicen: Jesús fundo la Iglesia. No se advierte que Jesús no fundó la iglesia (…). Las comunidades de los Hechos de los Apóstoles, que son el modelo de la Iglesia que deseamos, no es un modelo que se haya extinguido, o que nosotros lo vamos a sustituir por otro estilo” (Isamis, 37 asamblea de Misioneros, plan pastoral 2004/2010)

Quién dice “Iglesia de Jesús” se sitúa en una postura alternativa frente a lo que se ha considerado siempre la Iglesia Católica: pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo. Todo eso estructurado con su jerarquía, sus leyes, sus dogmas, su magisterio, en fin, todo un patrimonio.

La Iglesia de los Hechos de los Apóstoles es un comienzo admirable de la Iglesia que después se va desarrollando y enriqueciendo a lo largo de 20 siglos. Muchas cosas santas que la Iglesia tiene hoy, no las tenía entonces y eso es normal, porque la Iglesia es vida y crece constantemente guardando siempre íntegro el depósito de la fe.

Para nosotros, el hecho de que vivamos en la Amazonía no significa que tengamos que configurar un modelo de iglesia de perfil diferente, desacralizado y suelto, desmantelado de las riquezas que pautan el culto a Dios en otras partes del mundo como serían, por ejemplo, la adoración solemne al Santísimo Sacramento, la disciplina que surge del acatamiento al Derecho Canónico o la fidelidad a las rúbricas del Misal Romano para las celebraciones. Todo eso (adoración solemne, Derecho Canónico o Misal Romano) no existía en  la Iglesia de los Hechos de los Apóstoles y fue un patrimonio que, en el ejercicio de su función de gobernar, enseñar y santificar, la Iglesia desarrolló después. Una vez que la Iglesia llamó a sí a esas realidades, no podemos olímpicamente despreciarlas o combatirlas. Sería imaginar que estamos corrigiendo y salvando orgullosamente a la Iglesia en lugar de servirla y acatarla humildemente.

Por eso, cuando escuchemos o leamos la expresión “Iglesia de Jesús”, ¡ojo! Prestemos atención. Sin darnos cuenta, podemos acabar saliendo del redil bendito de nuestra Santa Madre Iglesia y pasando a otra religión. Varios paisanos nuestros cayeron en esa trampa del demonio y de sus secuaces ¡Que Dios no lo permita más!

Además existen sectas que ya tienen ese nombre. Hay una que se llama exactamente igual: “Iglesia de Jesús”, después está la “Iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días” (mormones), la Iglesia de Jesús de Nazaret, la Iglesia de Cristo, church of jesus, etc. En realidad hay toneladas de “pastores” que fundan toneladas de “iglesias” que llevan ese nombre u otro muy parecido.

En medio del relativismo y de la confusión  reinante, si somos católicos y amamos a nuestra Iglesia, digamos con santo orgullo ¡Viva la Iglesia Católica!

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