martes, 18 de octubre de 2011

UNA ACLARACIÓN INNECESARIA, AUNQUE ACLARA…

El blog Isamis2010 se defiende con “argumentos” retorcidos. Dice que “se atribuye a la iglesia de Sucumbíos afirmaciones que jamás ha hecho”; ¿quién atribuye qué afirmaciones a Isamis? ¿Por qué no lo dicen? Su “defensa” no tiene consistencia.

Otro reclamo de ese blog: dicen “Que esta iglesia ha acusado al beato Juan Pablo II de no se sabe qué cosas”. Misma pregunta: quién acusa y de qué. Han encontrado una fórmula muy esquiva: “de no se sabe qué cosas”. Si no se sabe, pues no se considera y listo. El problema es que sí saben que son “esas cosas” y no quieren asumir que saben, porque les quemaría la reputación. Es la explicación que se nos ocurre ante estas piruetas semánticas.

Luego hacen una profesión de fe sorprendente, que en otra diócesis, vicariato o iglesia particular sería una redundancia totalmente dispensable, una verdad de perogrullo: “La Iglesia de San Miguel de Sucumbíos reconoce la autoridad del Papa sobre toda la Iglesia”. Es más o menos como si un marxista declarase que sigue a Marx ¡Es innecesario! Pero si se sienten movidos a decir esto (agregando después que no son “papalatras”), juzgue el lector. Nos parece inquietante esta declaración. Más inquietante que las defensas inconsistentes a que hacíamos referencia al inicio de esta nota.

Después enumeran algunos documentos del magisterio de la iglesia -los de siempre: el Concilio, las reuniones del Episcopado Latinoamericano y algunos de la Iglesia ecuatoriana para decir… también lo de siempre: que Isamis es indefectiblemente fiel al magisterio de la Iglesia. Solo que del dicho al hecho hay muuuuuuuucho trecho.

Por fin, “por si hubiera personas que aún no lo tienen claro”, como dicen, se jactan de que cuando llegaron los hermanos heraldos les entregaron las cuentas y la administración. Pero ¿cómo no lo iban a hacer si eso les competía? ¿No dicen, acaso, que reconocen la autoridad del Papa sobre toda la iglesia, por lo tanto sobre esa porción que se llama Sucumbíos?

Terminan quejándose de que los misioneros heraldos no entraron en consonancia con ellos (asamblea diocesana, agentes de pastoral y sus cosas). Por su parte, sabemos que los heraldos se quejaban de lo mismo: de que Isamis no entraba en consonancia con ellos.

Este enredo sería interminable si no se cerrase un capítulo y se abriese otro. Cerremos entonces el capítulo de Isamis (el capítulo de los heraldos ya se cerró) y abramos una nueva realidad con otro Obispo, con otros misioneros y con otro modelo de iglesia ¡Por misericordia!

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