lunes, 31 de octubre de 2011

Cartas abiertas y mentalidades cerradas. Un problema religioso

Isamis vive en un mundo imaginario y virtual, constantemente dirigiendo cartas abiertas o manifiestos a medio mundo. Una de las últimas es a “las autoridades y al público en general”.

Ese reflejo de comunicarse así, lo tienen los organismos o grupos poco representativos que buscan en el marco de correspondencias vistosas y de relaciones aparatosas ganarse un lugar en la sociedad. Lo que cualquier diócesis o movimiento eclesial gana con su vida de oración y de servicio, con su labor silenciosa y dedicada, con su testimonio de vida, Isamis quiere ganarlo con sus escritos y sus movilizaciones, marchas, paros y vigilias donde los fieles católicos están ausentes, y donde reina el espíritu rebelde y contestatario que tan bien conocemos.

¿Y si en vez de una vigilia no promueven unas cuarenta horas de adoración al Señor sacramentado, en vez de una marcha una procesión rezando el rosario y en vez de un paro un retiro espiritual? ¿Y si en vez de una catarsis no proponen una buena confesión y en vez de una corazonada kitu kara una peregrinación a un santuario, a Nuestra Señora del Cisne en Loja, por ejemplo?

Estas propuestas les parecerán tan absurdas como fuera de moda. Es, para Isamis, más o menos como explicarle el catecismo a un niño shuara en idioma japonés o en latín. Nunca harían esas manifestaciones tan típicas y consagradas de la espiritualidad católica y de la propia piedad popular.

Definitivamente practican otra religión.

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