Lo de siempre. Nada nuevo: presiones, protestas, pataleos, amenazas, mentiras.
Esperaban 4.000 personas, dicen que participaron 1.500; pero las propias fotos del conjunto difundidas por ellos, nos muestra un grupo de 300 o 400 personas. Y muchos, muchísimos, carteles (que encubren el fracaso) bien como payasos, vacas, perros, gatos…
“Las Organizaciones Sociales” son un fantasma que no asusta a nadie. ¿Por qué no dicen sus nombres, cuántas son y a cuántos representan?
Nuestra provincia está tranquila y no esta desestabilizada. La gente es sensata y trabajadora. Solo una minoría de activistas está descontenta y quiere contagiar, en vano, a la población. Las autoridades saben eso, pues acompañan el quehacer cotidiano.
Decir que se manifiestan en cuanto “afros, indígenas, mestizos, blancos… hombres y mujeres, etc.” es una verdadera estupidez, pues somos los que somos y como somos. Les faltó decir que tenemos ojos, orejas, nariz...
Cuanto a la queja hacia “cierta jerarquía de la Iglesia católica” y el pedido de un “panorama político más favorable a los interesen preconciliares” son otras insensateces. La Iglesia Católica en jerárquica por definición y es inútil querer dividirla al hablar de “cierta jerarquía”. Lo triste del caso es que “cierta rebelión” no acepta a la jerarquía y quiere hacer otra iglesia diferente. Que la hagan, pero que no protesten y no manchen con su rebelión a la Iglesia ya existente. Además la Iglesia preconciliar y la post conciliar es la misma. La iglesia de los Hechos de los Apóstoles, de las catacumbas, de Trento, de Medellín o de Aparecida es la misma. Solo es otra la de Isamis.
Desear que el nuevo Obispo “continúe el camino de liberación por donde ha transitado y crecido la comunidad eclesial…” es otro disparate, pues la comunidad eclesial en Sucumbíos no está liberada ni crecida, sino atada y marchita. Hay que desear qué el nuevo Obispo cambie el rumbo de las cosas y nos libere de las utopías de Isamis.
Cuanto al Hogar Infantil, supuesta única gloria de la administración de Mons. Gonzalo, es de esperar que el municipio logre administrar bien lo que un vicariato en quiebra, el Infa, Huauquipura, las anas, los seminaristas, los carmelitas, los diocesanos y algunos otros, todos juntos, no lograron. Nos advierten que vigilarán el destino y la gestión de dicho hogar. ¡Qué manera de apropiarse lo que no les compete; vigilen sus pretensiones y sus ilusiones! Pero… ¿a quién nos dirigimos? Ah… a “las organizaciones sociales” (¿?) (…Huauquipura, anas, seminaristas, diocesanos, carmelitas, municipio, gobierno). Le agradecen al alcalde… lo que equivale a echarse incienso, pues el alcalde es cosecha de los carmelos. Nada nuevo. Lo de siempre.
Dicen BASTA de mentiras, calumnias e injurias. ¿Cuáles son las mentiras, las calumnias y las injurias? Que apunten una mentira, una calumnia o una injuria y que prueben de dónde vengan. No lo hacen. ¿Por qué? Ya se lo hemos dicho. Lo de siempre, nada nuevo.
Hay en esta carta toda una letanía de epítetos que son acusaciones de anónimos dirigidas a anónimos; son decires tan enormes como vacíos: ceguera, capricho, soberbia, fanatismo, tergiversaciones, manipulaciones, conquista, coloniaje, intrigas, cálculos, componendas… ¡Madre mía, que labia! Decir tanto y no decir nada. Lo de siempre, nada nuevo.
La amalgama entre Heraldos y tradición Familia y propiedad es inconsecuente. Que se certifiquen bien con sus “informantes”. Es lo de siempre. Nada nuevo. Cuanto a la bendita Radio Sucumbíos y su proyecto, que lo afilen y adapten bien a las necesidades de nuestra provincia. Que hagan como querían los heraldos, una radio más evangelizadora y menos comercial, menos costosa y más generosa (con menos empleados y con más voluntarios. Que tengan voz todos y que los periodistas y empleados no sean solo isamitas…).
Que esa “Comisión de la Verdad” (¿otra creación de las “Organizaciones Sociales”?) la compongan gente proba, honesta y veraz, y no los que ven mentiras y calumnias por todas partes sin definir cuáles y dónde. Los que viven en el reino de la mentira como peces en el agua. Que esa tal comisión descubra, neutralice y tranquilice a los agitadores políticos y poco o nada eclesiales que perturban la paz y que no quieren reconocer los errores. Errores que la población de Sucumbíos y sus pastores (el delegado Pontificio, los nuevos diocesanos, los heraldos que tanto bien hicieron en tan poco tiempo, el nuevo Obispo que vendrá. Por supuesto las autoridades vaticanas), quieren corregir y sanar. ¡Oxígeno, libertad… socorro!
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