jueves, 29 de septiembre de 2011

Evangelización y la misión. Dificultades.

Conservadores y progresistas están de acuerdo en que la Iglesia no hace ni logra todo lo que debería en materia de evangelización, especialmente en América Latina.

Desembarcando el tema a nuestro suelo, nosotros diríamos, directamente, en Sucumbíos.

El Padre Pedro Arrupe, que fue Superior General de la Compañía de Jesús, y que, como se sabe, se sitúa más en la órbita progresista que en la tradicional, definió las causas que han perjudicado el impulso misionero en la Iglesia. El asunto no podría ser más actual, aunque fue dicho hace 40 años, cuando Monseñor Gonzalo comenzaba su “trabajo misionero”.

Ofrecemos aquí este tema a los de Isamis que tanto se felicitan y publican sus fecundos logros evangelizadores (con indígenas, afro-descendientes, mestizos, blancos, pobres, colombianos, mujeres, obreros, campesinos, urbanos, trabajadores, religiosos, jóvenes, niños, y, más recientemente, hasta con vacas y perros, como se vio en la malograda marcha reivindicativa del pasado sábado 17 de septiembre).

Después de constatar que la actividad misionera está en crisis, el Padre Arrupe da lo que le parecen ser las razones:

1.- Exagerado optimismo. “La primera de esas razones es el exagerado optimismo sobre la posibilidad de salvación fuera de la Iglesia”. “Nos parece que si en el pasado se exageró al afirmar la dificultad de la salvación fuera de la Iglesia, hoy se exagera en sentido contrario, considerando la salvación tan fácil, que se deja de considerarla como prioritaria y razón de ser de la misión”.

2.- Falso concepto de libertad religiosa. “Otro motivo de la decadencia del interés por las misiones está en un falso concepto de libertad religiosa”. “El misionero que predica el Evangelio y en el momento pastoralmente oportuno pone a los paganos delante de la obligación de abrazarlo (al Evangelio), no hace sino obedecer al mandato de Cristo que dijo a los apóstoles al enviarlos a todo el mundo: “Id por todo el mundo a predicar el Evangelio a toda creatura. Quien crea y se bautice, se salvará. Quien no crea será condenado” (Mt. 23, 15).

3.- Valor salvífico de otras religiones. “Otro motivo de la decadencia del interés misionero se debe encontrar también en una idea exageradamente optimista, de las religiones no cristianas y de su función salvífica. La Biblia no autoriza tal optimismo. La Biblia nos ofrece una descripción inquietante de la situación humana después del pecado (Gen. 4-11), siéndonos presentado el mismo pueblo hebreo, depositario de la revelación, como inclinado al pecado a tal punto que Dios por fin lo abandona”.

4.- Menos aprecio del sacerdocio. “Deseo recordar una cuarta razón de esta decadencia del impulso misionero, más general y más profunda. La gran desorientación que reina hoy con relación a la misma idea de sacerdocio, de su carácter y de sus funciones, es fruto de un laicismo que se infiltra insensiblemente. Semejante ideología ejerce una funesta influencia sobre el número de las vocaciones y sobre las disposiciones con que el joven acepta su vocación y sus ideales de padre. La propia función sacerdotal se mide únicamente en relación a su eficacia visible de servicio de la humanidad, que se presta en calidad de especialista en cualquier dominio, tal como de un animador social, no como el “alter Christus” (otro Cristo) cuya fuerza específica está en la identificación con Él y con su obra salvadora, esencialmente sobrenatural”.
(Citas tomadas del texto de la conferencia “Fe cristiana y acción misionera” pronunciada por el Padre Pedro Arrupe el 2 de abril de 1968 en la Universidad Gregoriana en Roma.)

Esto parece ser dicho específicamente para nosotros. Veamos.

Sobre los puntos 1, 2 y 3, en Isamis se piensa que cada uno se salva en su propia religión y que no hay que hacer una labor cuidadosa de conversión en las personas que no son católicas, ni de superación o de mejora en las que ya lo son. Con los indígenas, por ejemplo, no se preocupan en que acepten y profesen la fe, que recen, que frecuenten los sacramentos, que modifiquen sus costumbres censurables, etc.; eso no es importante. Lo importante es respetar y acompañar a los demás en sus creencias; y hasta asimilar (¡esto es lo más grave!) ritos y costumbres paganas o idolátricas, inclusive en el curso de las ceremonias litúrgicas de nuestra Iglesia (danzas, limpias, chichas, fábulas) como en el comportamiento de todos los días. Esa es su manera de “evangelizar”. Lo que no es eso sería imposición, paternalismo, sacramentalismo y cosas así de horribles…

Cuanto al punto 4, vemos que en Isamis se hace la equiparación igualitaria entre padres, frailes y laicado; no se valoran debidamente los sacramentos de la Iglesia; se quiere implantar, en cambio, una especie de sacerdocio laical llamado “ministerios instituidos” (inventado y puesto en marcha por Mons. Gonzalo y diferentes de los que la Iglesia establece que son el acolitado y el lectorado) y se da una prioridad excesiva a la labor supuestamente social, dejando de lado la indispensable identificación con Cristo (la conversión del corazón) y adulterando la misión específica del sacerdote que es esencialmente sobrenatural.

Atención: al decir esto, que puede doler y parecer fuerte, no hacemos obra de difamación, provocación, calumnia, mentira, injuria, infamia, engaño, insulto, amenaza, ofensa, manipulación, cochinada, violencia, restricciones, acoso, etc. Porque de todo eso se quejan los de Isamis, ahora metamorfoseados de héroes en víctimas.


http://sucumbiosinformacion.blogspot.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario