Un modo de ver las cosas
Lo que ha sucedido y sucede en Ecuador, más que preocupante es algo Serio (con mayúsculas), pues las noticias y repercusiones así lo registran, aunque de manera aun tímida y muda(1).
En todo ello y el catálogo de items que se pueden recoger sobre la trayectoria “eclesiológica” –ayer y hoy– de la misión de carmelitas descalzos en el nororiente ecuatoriano, debemos dejar claro que los Heraldos del Evangelio –en realidad– tienen muy poco que ver.
Es así que, antes de cualquier consideración, debe quedar debidamente puntualizado que en la retrospectiva y perspectiva del conflicto “religioso” y pretendidamente “eclesiástico” generado en Sucumbíos, los Heraldos del Evangelio son completamente ajenos a ello. Objetivamente, ese conflicto viene desde hace 40 años, cuando fue excluido el obispo predecesor a Mons. Gonzalo López Marañón y el asunto es potenciado por el proceder de López Marañón y sus misioneros carmelitas, mucho antes que la “puesta en escena” de los Heraldos del Evangelio.
Los Heraldos del Evangelio, en estos últimos meses, solamente cumplieron con su ius commisionis y la encomienda venida de la romana Congregación pro Gentium Evangelisatione(2), de manera muy circunscrita, generosa, religiosa, obediente, sacramental y hasta destacadamente dócil.
De este modo, estrictamente, en lo relativo al conflicto y sus efectos, no se puede culpar a la presencia de las botas ni de las cadenas del hábito heraldo, pues muy absurdo sería.
Por ello, es bueno y objetivo hacer un breve catálogo de items sobre el viejo y real conflicto en Sucumbíos, que dió origen a dos (2) efectos: La visita apostólica y la Carta –en su momento– del Cardenal Prefecto, Iván Dias (ambos previos a la sucesión de López Marañón):
1. Excluyente actitud hacia los frailes carmelitas observantes presentes en la misión, hace 35 a 40 años, por parte de otros frailes carmelitas y la autoridad apostólica designada.
2. Sacerdotes diocesanos en Sucumbíos, ordenados sin apenas haber recibido otra cosa que una catequesis litúrgica para poder celebrar misa, junto a la incidencia de casos “personales” muy poco compatibles con el voto del celibato.
3. Condicionamiento descarado y anti-apostólico de los sacramentos, exigiendo para ello un compromiso de “cooperación social” previo para serles administrados. Generando con ello una clara escasez de sacramentalidad en el vicariato, en la Iglesia local y entre sus fieles.
4. Clara, constante y recurrente heterodoxia teológica y apostólica en el tipo de evangelización de los carmelitas descalzos, consolatos y diocesanos de López Marañón, reduciendo la evangelización a un proyecto puramente humano, social, escondiendo o callando así la dimensión trascendente de la salvación ofrecida por Dios en Cristo.
5. Sutíl y permanente descontextualización de la iglesia local de Sucumbíos, como “modelo de iglesia”, con respecto a la Iglesia Universal y su epicentro en la pontificia Roma como referencia. Todo ello mediante tendencias catequéticas “independentistas”, siglas “novedosas” y nomenclaturas dudosas y/o heterodoxas.
6. En 2010, el obispo emérito carmelita, Mons. López Marañón, desacata el exhorto proveniente de la romana congregación de Propaganda Fide a fin de que viva un período de reflexión y descanso en Burgos.
7. Montaje de una especie de “guerra civil”, por parte de los misioneros carmelitas, al rechazar el nombramiento de un Vicario Apostólico por parte del Santo Padre, acompañado de desnaturalizadas, desinhibidas y ácidas críticas a la romana autoridad.
8. Clara, gravísima, extorsiva y desvergonzada instrumentalización del Estado ecuatoriano, por parte de López Marañón y sus misioneros carmelitas, a fin de lucrar agudizando la crisis entre Estado e Iglesia católica. Constituyendo para estos misioneros carmelitas y algunos anti-confesionales agentes del Estado ecuatoriano, un contubernio que, al menos, logre en efecto sustituir extorsiva y provisionalmente el título del concordato de “Modus Vivendi” a “Modus Obstructionis”.
9. Recurrente desobediencia de los seis misioneros carmelitas a su Superior General, en el sentido de NO acoger la orden papal de salir de la jurisdicción territorial del vicariato, de modo tal que varios de estos misioneros incidieron pro-activa y negativamente en actos conflictivos tras la orden. Este incumplimiento o desobediencia fue llevada a cabo bajo una desinhibida actitud de promoción de argumentos “cripto-cismáticos”.
En este sentido y con este catálogo retrospectivo, previo y/o parcialmente en presencia de los Heraldos del Evangelio en Sucumbíos, la perspectiva podrá terminar mostrando que todo ello, más que un conflicto, se trata de una crisis teológica y espiritual grave, previa, enorme y ajena a los Heraldos. Con lo cual la ausencia –permanente o provisoria– de los Heraldos del Evangelio en medio del tufón, más que una injusticia puede llegar a constituir una conveniencia apostólica en general. Pues, las causas de semejante crisis no tienen absolutamente nada que ver con los Heraldos, y ante una perspectiva de corrección posterior –Apostólica y de gran envergadura– a todo ese desacato aparentemente “cripto-cismático”, luciría hasta conveniente apartar y preservar a los Heraldos de estar presentes como “causal” alguna de tal corrección, cerrando aparte este “primer capítulo” antes de que la autoridad Apostólica vaya a entrar en un capítulo posterior siguiente.
¿Quién podrá saber? En todo caso, lo único de lo que –en Confianza a Dios– podemos estar plenamente seguros es que “los tiempos de Dios son perfectos”.
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NOTAS:
NOTAS:
(2): Los Heraldos llegaron allí con el mandato expreso de la Santa Sede de pilotar un cambio en el Vicariato. El Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos escribió una carta en la que aseguraba que “el nuevo Administrador Apostólico tendrá que organizar el Vicariato e implantar de manera diferente todo el trabajo pastoral”.
Tomado de: http://genus21.wordpress.com/
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