jueves, 1 de septiembre de 2011

Distinguiendo y comentando


Cuando se habla de Isamis, hay que distinguir. Unos son los líderes, los que sostienen ese tipo de práctica socio-política-religiosa. Otros son los seguidores, que en realidad son más víctimas que responsables. La prueba es que cuando vinieron los nuevos padrecitos heraldos y comenzaron su labor, gran cantidad de personas comprometidas con Isamis les apoyamos y enderezamos el camino. Por eso se distingue por ahí isamis de isamita. Un isamita es un irreductible que no quiere corregirse. Uno de isamis, en rigor, puede ser un católico normal del Vicariato de San Miguel de Sucumbíos…

La hermana Gloria Martínez parece ser más isamita que de isamis (¿se trata de la religiosa Santa Ana, boliviana, traída por la hermana Julia?) organizó una “catarsis” (que significa purga, descarga emocional) en Lago Agrio para “sanar heridas”. Claro que producidas por el Vaticano y sus secuaces. Esta catarsis es una práctica en la cual entre otras cosas hay que estar en la penumbra, patear el suelo, gritar a pleno pulmón, manifestar sentimientos de odio, pensar en vejámenes, vigilias, asambleas… Después hay que cerrar los ojos, caminar hacia atrás, bailar, abrazarse. En fin, es toda una singular terapia que se realizó entre el 23 y el 26 de agosto en los locales del Fepp de Sucumbíos. Llegaron personas del Divino Niño, del centro, del Pacífico, de la federación de Mujeres, etc. De todo eso nos da noticia el blog isamis2010.

Recordemos que hace poco más de dos meses atrás, Isamis organizó otra catarsis en un parque de Lago Agrio, también para sanar corazones, pero aquella vez no fue una hermana Ana, sino unos chamanes de la tribu Kitu Kara que vinieron con sus atuendos, fetiches y ceremonias raras.

Creemos sinceramente que lo mejor que hay para curar heridas y sanar corazones son los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Así es en todas las otras diócesis y Vicariatos del Ecuador y del mundo.

Con un buen examen de conciencia y un propósito sincero de conversión, se logran maravillas. Con un tiempo de adoración ante el Santísimo Sacramento expuesto y, mejor aún, con la recepción de la comunión, se operan maravillas.

Hubiera sido mejor que la hermana Gloria pidiese al Delegado Pontificio de Sucumbíos la celebración de una Misa solemne en la catedral a la que se invite a todos los fieles de la provincia.  O sino, que organizase unas cuarenta horas de adoración al Santísimo, siempre para reconciliar y sanar, con sacerdotes administrando el perdón y confesándose, ¡ellos también!

Es triste que teniendo los tesoros de nuestra religión al alcance y siendo tan eficaces, no usemos de ellos y recurramos a tragedias griegas o a ritos paganos. Tanto más que eso atrae demonios y espanta ángeles.

Nos desagrada que siempre sean los mismos setenta o cien iniciados los que participan de esas cosas (isamitas) y no los miles de católicos abandonados y discriminados (de Isamis), que no tenemos voz y que queremos ver triunfar nuestra fe católica a la luz del día y no en las penumbras del fepp.


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