A propósito del “caso Sucumbíos”, las noticias que se publican en la prensa y en blogs de diversas tendencias, en general repiten ciertas ideas que son muy lejanas a la realidad. Dicen que el conflicto religioso se produjo en la provincia a raíz de la llegada de los heraldos del Evangelio y que se agudizó por causa de la salida de los carmelitas. Y que, en última instancia, se trata de un enfrentamiento entre heraldos y carmelitas.
El problema es muy diferente y se puede sintetizar en tres puntos:
1) El conflicto religioso existía en la provincia antes de la llegada de los Heraldos del Evangelio. En efecto, la experiencia de décadas de Isamis redujo a esa Iglesia particular a una situación donde no tenían cabida los fieles sedientos de Dios, de los sacramentos, de la asistencia propia a que aspiran recibir todos los bautizados… con la triste peculiaridad que mucha gente en Sucumbíos no ha recibido el bautismo. No en vano la Santa Sede envió un Visitador Apostólico que informó al Papa del estado del Vicariato hace más de dos años atrás. Además, antes de la llegada de los Heraldos, Mons. Gonzalo y sus carmelitas y diocesanos criticaban abiertamente al Cardenal Días, al Nuncio, a Mons. Arregui y al Papa. Y el día de la llegada de los Heraldos, un grupo de mujeres impulsadas por los Padres Jesús Arroyo y Pablo Gallegos, hicieron público un manifiesto contra el Nuncio y contra el Papa. Por lo tanto el conflicto ya existía.
2) No ha habido ningún enfrentamiento entre Heraldos y Carmelitas; más bien el trato entre ambos fue siempre cordial. El enfrentamiento, es entre los Carmelitas y la Santa Sede, la Jerarquía de la Iglesia. Los Heraldos llegaron a la provincia mandados por la autoridad competente y salieron también obedeciendo órdenes. Nunca hubo peleas, disputas o tensiones entre religiosos de una y otra orden. Lo que sí hubo, es una gran diferencia de percepción de lo qué es la Iglesia y la evangelización entre los Carmelitas (que dicen seguir a la teología de la liberación y que son rebeldes a los dictámenes de Roma) y los Heraldos que se ajustan al dogma y a la disciplina de la Iglesia. Y sucedió que los fieles acompañaron con cariño y alivio a los Heraldos en su novedad y tomaron sus distancias del malogrado estilo de Isamis.
3) Se ha dicho también que la diferencia no es entre Heraldos y Carmelitas sino que es entre dos modos de iglesia: la Iglesia de Isamis con sus cuatro décadas de experiencia en la Amazonía y la Iglesia de Roma, la Iglesia de siempre, con sus dos mil años de existencia. Tampoco esto es cierto, puesto que el modelo que estaba vigente en Sucumbíos, sencillamente no se identifica con la Iglesia católica. Isamis es una originalidad diferente que no puede ser llamada de Católica (y ellos mismo evitan de llamarla “católica”, la llaman “la Iglesia de Jesús”, como si ésa fuese diferente de la que nuestro redentor fundó). Esta “Iglesia” se caracteriza por desvalorizar de la Eucaristía, postergar de los sacramentos, hacer inventos en materia litúrgica y pastoral contrarias a las rúbricas vigentes y al Código de Derecho canónico, subestimar el sacerdocio ministerial, tener aspiraciones político sociales con desmedro de la espiritualidad, desacatar al Papa, al Vaticano, a la CEE, al Administrador Apostólico… ¿no es éste el comportamiento propio de una secta? No son dos iglesias por lo tanto. Es la Iglesia contra una anti iglesia o una secta. La palabra “secta” es dura, pero el lenguaje de los hechos la proclama y no queda más que rendirse a la triste evidencia.
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